Y llegamos al final de la primera etapa del grupo de trabajo Formación en Liderazgo. En esta ocasión con Ana Távora y el tercer conversatorio “Construyéndonos como las nuevas mujeres”. Con ella damos por cerrado una primera etapa de este camino de formación donde nos embarcamos mujeres de diversas administraciones públicas y que empieza a dar sus frutos.
Este recorrido que estamos compartiendo tiene por objetivo generar cambios reales en nosotras, por lo que, como suele pasar, todo lo bueno se hace esperar. Necesitamos invertir y ser pacientes para ir cosechando lo sembrado. Esta primera etapa nos ha permitido desenterrar conceptos clave manoseados por los medios y la sociedad (primer conversatorio), identificar las creencias que nos acompañan y condicionan en nuestro día a día, así como analizar la realidad en la que crecemos como mujeres y cómo transformarla (segundo conversatorio) o disponer de un espacio de reflexión sobre nosotras y nuestra forma de entendernos y cómo ejercer espacios de poder (tercer conversatorio). Todo ello para evolucionar hacia un proyecto de mentoría que tiene como objetivo llegar a ejercer el liderazgo que queremos y en el que creemos, que sumaría para mejorar la administración pública, donde la creación de redes y la sororidad cobran protagonismo.
Entrando en lo compartido con Ana Távora (psiquiatra, psicoterapeuta psicosocial y feminista), destacar que nos sacudió, en este tercer espacio de reflexión, con la idea contrapuesta del sujeto insuficiente y el sujeto pleno.
Actualmente, nos encontramos en un contexto político, social, institucional donde las mujeres estamos situadas no como sujetos plenos o sujetos políticos, sino como sujetos de carencia, sujetos insuficientes. La importancia que le damos a la afectividad, a las relaciones con los otros, a la necesidad de ser querida y aceptada, entran en conflicto con nuestra propia autoafirmación.
Para ejercer el liderazgo, esta autoafirmación es clave. Ser sujeto “en falta” no nos permitirá ejercer los espacios de poder, o al menos no hacerlo de una manera plena, consciente y respetuosa con nosotras mismas. Cuanto más nos conformen las carencias, más necesarios serán nuestros vínculos y por ende más complicado alcanzar este estado de sujeto pleno. Esta toma de conciencia debe entenderse no desde una posición victimista, sino desde una posición de oportunidad para crecer.
Tras esta primera reflexión, reveladora, comenzamos una dinámica organizada en varios grupos, y que buscaba hacernos conscientes de la realidad que condiciona nuestra forma de entendernos y relacionarnos. Una dinámica que nos permitió poner en común las inquietudes provocadas por los envites reflexivos de Ana. De entre las frases e ideas que surgieron, destacar: el miedo y la culpabilidad que vuelven a tomar protagonismo en las conversaciones; la educación, y especialmente la familiar, como origen de nuestra estructura de comportamiento; y finalmente, que debemos ser conscientes que las decisiones que se salgan del camino “correcto”, serán cuestionadas por nuestro entorno. Por todo esto, cobra especial relevancia la necesidad de crear alianzas entre nosotras, para valorarnos y reconocernos.
Para finalizar, Ana nos regaló pensamientos y conclusiones a las que ha llegado desde su experiencia como mujer y como profesional.
Que lo que nos ha dado (o no) nuestro grupo familiar es parte importante de cómo nos construimos y eso tiene un efecto directo en cómo nos relacionamos con la pareja, los amigos, en el trabajo… Si no identificamos los valores que nos subordinan, no los podremos superar.
Que los sentimientos como la culpa y el miedo (que se han comentado con anterioridad) hay que sentirlos y son naturales y necesarios en el ser humano. Ambos sentimientos que emergen en estos procesos de deconstrucción, no son el problema. El problema radica en que esos sentimientos hagan que nos cuestionemos a nosotras mismas, entorpeciendo la necesidad de utilizarlos como parte esencial de nuestro aprendizaje.
Y finalmente, y como resumen conclusivo de este evento, apuntó a la importancia de encontrar un equilibrio entre la necesidad de los demás y la nuestra propia. La necesidad de generar una constante tensión dialéctica entre afiliación y afirmación, entre hasta donde nuestro yo y hasta donde los vínculos con los demás. Si no existe esta tensión, si está resuelta, estaríamos en zonas o espacios de dominación o de sometimiento (omnipotencia versus impotencia).
Eva González Pérez. Pedagoga. Funcionaria de la Universitat Politècnica de València-Responsable técnica de formación PAS-PI.
Equipo de liderazgo de #mujeresSP
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