La crisis sanitaria ocasionada por el Covid-19, ha dejado al descubierto situaciones de muy diversa índole, que hará que nunca volvamos a ser la sociedad que éramos antes de esta pandemia. Al menos eso sería lo deseable.
La situación que estamos viviendo, desconocida para las generaciones actuales, es una realidad distópica, a la que aún no le hemos puesto nombre, no la podemos designar con una sola palabra, tan sólo podemos analizar cada uno de sus múltiples efectos para intentar entender y encontrar salidas a los problemas que van surgiendo día a día.
El sistema en el que veníamos operando a nivel global ha dejado de funcionar y tenemos que ir activando programas alternativos a diferente escala (local, autonómica, estatal, europea, mundial) para garantizar lo esencial: la vida de las personas.
En eso estamos todas las Administraciones y para generar medidas excepcionales en situaciones excepcionales como ésta, es importante tener muy presente que aparte de que el efecto directo del coronavirus es desigual en la salud de la población, al ensañarse con las personas de mayor edad, también es desigual el impacto social y económico que está generando en la población mundial, porque tiene filtros en función del sexo, la clase social, el tipo de trabajo o la etnia.
Uno de estos impactos desiguales tiene que ver con los cuidados. Las mujeres hemos sido socializadas en la ética del cuidado, lo que nos ha hecho interiorizar la responsabilidad de los cuidados de las personas de nuestro entorno. Esa sobrecarga en las tareas de cuidados, ha venido acompañada del correspondiente desentendimiento de las mismas, tanto de los hombres como de otros agentes públicos. Es cierto que esta desigualdad se está corrigiendo, pero muy lentamente, porque el acceso masivo de las mujeres a la educación y al empleo, no viene acompañado del acceso de los hombres al ámbito doméstico y de cuidados, ni de la corresponsabilidad de los poderes públicos y de todos los agentes sociales con el cuidado de la vida.
En la actual situación, la carga de trabajo de las mujeres aumenta, tanto en el ámbito doméstico como en el empleo. Muchos de los trabajos que se mantienen activos durante el estado de alarma, son los que están relacionados con los cuidados y están ocupados mayoritariamente por mujeres, como el personal sanitario, el de limpieza, el del comercio de alimentación o el de cuidados de mayores y dependientes, bien en residencias o en los hogares de la persona a la que se cuida, a quien no se puede dejar de atender. El teletrabajo no es viable en estos sectores.
La carga de trabajo de las mujeres aumenta (ámbito doméstico+empleo). Muchos de los trabajos q se mantienen activos durante el #estadodealarma, son los relacionados con los cuidados y ocupados mayoritariamente por mujeresClick to PostPor el confinamiento, aquellos hogares que tenían una ayuda, por lo general de otra mujer, muchas veces migrante, con o sin papeles, formando esa cadena global de cuidados, se ha visto ahora, en muchos casos, privada de ella, lo que empeora la situación de ambas, por la sobrecarga de trabajo en la primera (a lo que se suma el teletrabajo en su caso) y por la reducción o ausencia de ingresos en la segunda.
La relación laboral especial del servicio del hogar familiar, aunque va mejorando (por ejemplo, hasta el año 2011 los accidentes ocurridos durante la jornada laboral no eran considerados accidentes laborales) sigue sin equipararse al resto de Regímenes de la Seguridad Social, siguen sin derecho a percibir prestaciones por desempleo y han estado ausentes de las medidas de apoyo que se están aprobando para personas autónomas o trabajadoras por cuenta ajena[1]. De igual modo, quien contrata no tiene los mismos derechos y reconocimiento social que tiene cualquier persona empleadora. Mientras, con carácter general, los costes salariales se descuentan de los ingresos e incluso la creación de empleo tiene deducciones fiscales especiales, quien contrata a alguien en el ámbito del Régimen Especial de Servicio Doméstico, verá considerado tanto el salario que le abona como la cotización a la seguridad Social que ingresa, como consumo, no como una actividad de creación de riqueza. Es decir, la vida se cuida en el ámbito privado, a riesgo de las personas y la producción de bienes en el ámbito público, socializando el riesgo, corresponsabilizando a toda la sociedad.
Probablemente, cuando nos referimos a las necesidades de cuidados, no todo el mundo pensamos en lo mismo. Siguiendo la lógica de la filósofa feminista Celia Amorós de que conceptualizar es politizar, uno de los retos que tenemos como sociedad es entender y asumir colectivamente estas necesidades.
En resumen, como decía anteriormente, la responsabilidad de los cuidados permanece en el ámbito privado y sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres. Las medidas de corresponsabilidad y de política pública son aún escasas.
La responsabilidad de los cuidados permanece en el ámbito privado y sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres. Las medidas de corresponsabilidad y de política pública son aún escasas.Click to PostPrueba de la dificultad para identificar las necesidades de cuidados, es que si buscamos indicadores que nos aproximen a conocer, al menos cuantitativamente, el número de personas que necesitan cuidados, no lo vamos a tener fácil.
Uno de los indicadores que nos podría parecer pertinente para este tema, es la tasa de dependencia, que alcanza actualmente en España un valor de 54,29[2], lo que quiere decir que por cada dos personas en edad de trabajar, hay una dependiente. Es decir, por cada dos personas que ingresan recursos económicos en las arcas públicas, hay una que, o es menor de 16 años (con lo que no ha entrado en el mercado de trabajo) o es mayor de 64, (con lo que por lo general, ya ha salido de él), por lo tanto, la información que nos ofrece este indicador es de orden económico-monetario, pero no nos sirve para conocer el número de las personas que dependen de los cuidados de otra para la vida cotidiana.
Respecto a la necesidad de cuidados de la infancia, hay un cierto consenso en situar el límite en los 12 años, algo muy relativo, pero al menos, permite tener una aproximación cuantitativa en cuanto a cuidados personales de menores que requieren presencia.
En relación con las personas adultas o con otro tipo de dependencia, podemos recurrir, al menos, a dos tipos de fuentes: la discapacidad valorada y las encuestas.
Podemos buscar datos de cuantas personas han pasado por los Centros de Valoración de la Discapacidad y han obtenido determinadas calificaciones, pero este dato tampoco es indicativo de la necesidad de cuidados, primero porque no todo el mundo con discapacidad solicita ser valorado, segundo, porque el baremo que se aplica no siempre es capaz de reflejar la discapacidad real y tercero, porque hay muchas personas con una valoración igual o superior al 33% que si bien tienen limitaciones, son totalmente autosuficientes en la vida cotidiana.
Otras fuentes de información a las que podemos acudir son las encuestas. Por ejemplo, si recurrimos a la Encuesta sobre la discapacidad, la dependencia, el envejecimiento de la población y el estado de salud de la población residente en España, que es la mayor fuente de información en todo el Estado, veremos que los datos disponibles son de 2008 y, entonces nos decía, por ejemplo, que el 58% de las personas dependientes residen en el hogar de la persona que cuida.
Frente a las necesidades de cuidados, a finales de 2006 se aprobó la llamada Ley de la Dependencia, que significó un gran paso en esa necesaria corresponsabilidad pública, pero que en su aplicabilidad y desarrollo se ha visto frenada y recortada por las políticas presupuestarias restrictivas de la última década.
Estos son los datos disponibles pero no son suficientes para conocer la situación real de las personas que necesitan ayuda personal y de sus cuidadoras.
El actual estado de alarma, cuya misión es proteger la vida, ha detenido toda actividad considerada superflua para ese fin. El espacio público se detiene, queda congelado como en una foto fija, apenas algunas distribuciones selectivas, servicios sanitarios y de seguridad y toda la actividad se desplaza al espacio doméstico. Nunca habíamos vivido algo así. Es una oportunidad única para observar con atención qué ocurre cuando se pone la vida de las personas en el centro de la actividad social y qué necesidades emergen que antes permanecían invisibles. Hay cosas que ya no podremos dejar de ver, hay necesidades de cuidados de las personas, que tenemos que comprender que requieren amplias respuestas de políticas públicas[3].
El #estadodealarma es una oportunidad única para observar con atención qué ocurre cuando se pone la vida de las personas en el centro de la actividad social y qué necesidades emergen que antes permanecían invisibles.Click to PostEn esa tarea, todas las Administraciones tienen su responsabilidad, pero quizás la Administración Local es la que tiene una posición mas ventajosa para conocer la realidad, en su ámbito de competencias, es una de las que ha demostrado mayor sensibilidad y empatía con situaciones de necesidad de cuidados. Hay iniciativas interesantes como la puesta en marcha de servicios de soporte para personas mayores que viven solas, o en situaciones difíciles, mediante llamadas telefónicas diarias para detección de necesidades y apoyo emocional, por ejemplo.
La situación excepcional que estamos viviendo también nos está permitiendo aprender la capacidad organizativa espontánea de la gente. Colectivos vecinales que crean sistemas de comunicación y ayuda mutua, redes de amistades o familiares ofreciendo apoyo emocional y ayudando a mantener rutinas y hábitos de vida saludables.
Tanto las medidas que se están adoptando desde los poderes públicos, como la atención que se organiza por parte de grupos de profesionales, (sanitarios, de logística, transportistas, de seguridad, de limpieza, etc.) o los cuidados que se prestan por particulares, para salvaguardar la vida, responden al paradigma de la cooperación y la colaboración. Una gran lección a no olvidar, en estos tiempos en los que el neoliberalismo patriarcal imperante trata de convencernos de que la única verdad a proteger por los gobiernos (“por el bien común”) es la economía de mercado, desregularizando los derechos y regulando la competencia de mercado.
Pero la “mano invisible” de Adam Smith, basada en la competitividad, parece que solo sirve para alcanzar el bienestar de unos pocos. Para el bien común, las manos tienen que ser bien visibles y basarse en la cooperación.
El debate entre cooperación o competitividad ya se mantenía en el siglo XVIII, incluso para explicar la evolución de la especie. Mientras para Darwin sobrevive el individuo más fuerte, para otros investigadores, como Lamarck[4] sobrevive la comunidad mejor organizada, es decir, sobrevive quien es capaz de cooperar, no quien es capaz de ganar. Las últimas investigaciones con bacterias en la Universidad de Copenhague[5] vuelven a contradecir a Darwin, al descubrir, para los grupos de bacterias, que la supervivencia del más cooperativo supera a la del más apto.
Seguimos moviéndonos en ambos escenarios. Lo que ocurre, es que en el escenario de la cooperación encontramos sobretodo lo vida no monetizada (el ámbito domestico, las asociaciones, las organizaciones no gubernamentales, la participación en la comunidad, etc.) y quizás algunas entidades de economía social o algunos proyectos creativos y en el escenario de la competitividad se amontonan el poder y el capital.
Ahora que el ámbito doméstico está en el centro, que los valores que necesitamos promover para sobrevivir como especie son la cooperación y la solidaridad, es un buen momento para reconocer a quienes han empleado su vida en ello y aprender que este escenario es el único que nos está permitiendo afrontar la gran amenaza que supone el Covid-19 y mitigar el dolor que está ocasionando.
Rosa Gómez Torralbo
en Twitter @RosaGTorralbo
[1] Mientras se escriben estas líneas el Gobierno informa que está estudiando la posibilidad de arbitrar medidas de ayuda para este colectivo, lo que sería muy buena noticia, pero aún no están aprobadas.
[2]Fuente INE. 2019. La tasa de dependencia se define como la proporción de personas dependientes (personas menores de 16 años o mayores de 64) sobre la población en edad de trabajar (entre 16 y 64 años). El dato se expresa en porcentajes sobre la población en edad de trabajar
[3] Las medidas de política pública existentes para prevenir y atender situaciones de violencia contra las mujeres se han visto totalmente ineficaces en esta situación de confinamiento.
[4] Lamarck fue un naturalista francés que formuló la primera teoría de la evolución biológica, en 1802.
[5] https://www.europapress.es/ciencia/laboratorio/noticia-bacterias-contradicen-darwin-no-sobrevive-mas-fuerte-20191011180752.html
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