Si hay pocas mujeres en los niveles jerárquicos más altos del sector público (un 30% actualmente), aún las hay menos en el ámbito de la tecnología.
Aun así, debo decir que en la secretaria de Polítiques Digitals de la Generalitat el número de mujeres que son directoras generales ha alcanzado la paridad en esta legislatura, lo cual es una buena noticia para todas. Y, además, una de ellas, la compañera Joana Barbany, directora general de Societat Digital, tiene entre sus funciones impulsar políticas de promoción de vocaciones científicas y tecnológicas en los ámbitos de ingeniería y matemáticas, poniendo especial atención en la inclusión femenina, así como fomentar la igualdad de oportunidades en materia de género en el sector tecnológico.
Os voy a contar porqué escribo este post, para qué creo que servirá, cual ha sido mi experiencia de vida hasta ahora, con algunas anécdotas para hacerlo más ameno. Intentaré describiros la sensación de placer que me produce la experimentación con la tecnología y explicaros porqué creo que las niñas y las mujeres tenemos un gran potencial de crecimiento en el ámbito tecnológico.
A mediados de 2021, coincidiendo con un nuevo ciclo gubernamental, se me presentó la oportunidad de dirigir el Consorci Administració Oberta de Cataluña (AOC) el cual presta servicios de identidad y certificación digital, interoperabilidad y servicios comunes de administración electrónica a unos 2250 entes públicos catalanes (ayuntamientos, entidades supramunicipales, diputaciones, entes del sector público de la Generalitat y entes dependientes).
«La han nombrado por ser mujer»
Al poco tiempo de estar en el cargo, llegó a mis oídos cierto comentario del tipo: “la han nombrado porque es mujer, por esto de la igualdad”. Y pensé “Pues sí, seguramente se ha querido visibilizar a las mujeres de perfil tecnológico, pero no por eso no tengo el perfil adecuado. Ya veréis lo que soy capaz de hacer en un ámbito que me apasiona”.
Es un poco la historia de toda mi vida profesional, ya que siempre he tenido que demostrar que tengo unos conocimientos y experiencia en un ámbito en el cual a otros compañeros de género masculino seguramente se les presupondría.
Para empezar, y con la intención de animar a niñas, jóvenes y mujeres a lanzarse a estudiar disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics), mi consejo sería: debes escuchar a tu voz interior. Durante la niñez, experimenta y diviértete con un abanico de posibilidades lo más amplio posible. No des nada por supuesto y sobretodo, no excluyas juegos porque sean más propios de otro género. Descubre tus pasiones y desarróllalas. Adquiere conocimientos y sigue explorando. Descubrirás que siempre hay cosas nuevas excitantes por aprender. ¡Puede que seas tú la próxima referente mujer de algún ámbito STEM!
En mi caso, tenía menos de 10 años cuando sentí una curiosidad irresistible por el primer ordenador personal que aparecía en el mercado, a principios de los años 80. No paré hasta que lo tuve en mis manos. Había que enchufarlo a una tele y leerse un manual de lenguaje Basic. Pues lo hice y me divertí muchísimo. Sentí la necesidad de comprar libros de Basic para ir haciendo programillas más evolucionados y también me divertí muchísimo. ¡Lo importante es disfrutar del camino!
Terminada la secundaria, con un cambio de país de por medio (nací en Argentina), tuve que trabajar enseguida y me quedé con las ganas de estudiar la carrera de informática. Pero las habilidades adquiridas durante mis “juegos informáticos” me sirvieron de mucho. En mi trabajo como secretaria de una empresa de venta de plantas ornamentales, desarrollé una base de datos botánica que se vendió en CD y utilizó ampliamente por el sector de la jardinería, puesto que en esa época se empezaba tan solo a utilizar internet y no encontrabas dicha información. Recuerdo que íbamos a una feria anual del sector y allí vendíamos el programa. Pues bien, algún cliente preguntaba por “el programador” y se sorprendían cuando les decía que era yo. Luego me hacían preguntas para comprobarlo, por las dudas.
Internet abrió las puertas a un gran cambio social. Surgió la primera universidad en línea y se podía cursar la ingeniería técnica en informática. Así que no perdí la oportunidad. Fue difícil estudiar y trabajar. La mayoría de estudiantes estábamos igual, trabajando y cursando a la vez, pero llamaba la atención la diferencia de género. En esa época, las mujeres en las ingenierías informáticas éramos menos de un 5%.
Además, nació mi hija en plena carrera. Recuerdo darle el pecho y estar estudiando al mismo tiempo. Los primeros meses creí que tendría que dejar los estudios, pero finalmente lo conseguí. Recuerdo que cada asignatura, cada logro, me producía un gran estímulo para continuar aprendiendo. Lo más divertido era aplicar los conocimientos adquiridos y ver en qué me había equivocado programando cuando aún no tenía dichos conocimientos. Aprendí lenguajes y paradigmas nuevos. Fue muy enriquecedor. Así que mi siguiente consejo sería: tengas la edad que tengas, si te atrae mucho un ámbito, estúdialo y pásatelo bien aprendiendo.
Hubo un momento en que hacía demasiadas cosas a la vez. Habíamos iniciado una pequeña empresa de servicios informáticos con dos amigos y estaba empezando a crecer. Ellos hacían instalaciones y prestaban servicio técnico informático y yo desarrollaba programas a medida. Llegó un momento en que tuve que elegir y dejé el trabajo con las plantas.
Como socia de la PIME que fundamos con mis dos amigos a finales del siglo pasado (1999), fue también difícil el trato con la clientela, debido a unos prejuicios relacionados con el género. Muchas veces llamaban pidiendo hablar con alguno de mis dos socios pero no querían hablar conmigo. Tenía que insistir en que yo también era informática y que si no querían esperar, podían contarme su problema. Pero aún así, más del 50% preferían llamar luego. Lo mismo si venía a la tienda algún cliente o clienta a comprar algo o con algún problema técnico. Para la mayoría, yo era la dependienta o secretaria, pero no imaginaban que pudiese resolverles sus problemas técnicos o aconsejarles qué dispositivo comprar.
Por suerte, empecé a prestar servicio técnico como externa, a través de la empresa, en el ayuntamiento de mi ciudad y descubrí los inicios de la administración electrónica al mismo tiempo que asistía al nacimiento de la firma y los certificados digitales en el ámbito del sector público. Empecé a investigar en estos ámbitos y a realizar cursos para seguir aprendiendo. En el sector público, me encontré de nuevo con muy pocas mujeres de perfil TIC y en determinados eventos, teniendo que dar explicaciones de quién era y qué hacía allí, no fuese el caso que me hubiera equivocado.
En 2010 me presenté a un proceso de selección para entrar como laboral en un organismo autónomo de una diputación provincial. Quedé segunda y entramos primero un compañero y al cabo de tres meses yo también. Luego, con el tiempo, el equipo fue creciendo pero la proporción de género se fue desequilibrando (de 1 a N como se diría en un diagrama entidad – relación de una base de datos).
Para mí nunca fue un problema trabajar con ellos. Por norma general, son prácticos, directos y lo que piensan te lo dicen y listo. Por primera vez, no me sentí diferente sino integrada. Aprendí muchas cosas junto a ellos y sobre todo, que confíen en ti y te den responsabilidades, es el mejor regalo que pudieron darme.
Allí aprendí a dominar bastante los sistemas Linux (alternativa a Windows), a extraer y transformar datos para crear indicadores y cuadros de mando y me lo pasé en grande desarrollando aplicaciones de administración electrónica, una de las cuales usaba los componentes de identificación, sello de tiempo y firma electrónica del Consorci AOC. Al mismo tiempo, me apunté al grado europeo de Ingeniería Informática online, convalidando las asignaturas de la ingeniería técnica y cursando las restantes para obtener un título europeo.
Cuando terminé, animada por mi tutor de carrera, me colegié al COETIC (Col·legi d’Enginyeria Tècnica en Informàtica de Catalunya) y formé parte de la junta. Conocí a muchos compañeros nuevos y a una compañera que se sintió contentar de dejar de ser la única mujer del grupo.
Pasaron muchas cosas entre 2015 y 2020. Una de ellas fue que me presenté a las elecciones en mi municipio y de pronto me vi siendo alcaldesa, pero compaginando el cargo con mi trabajo, con una reducción de jornada. Fue difícil, pero de nuevo, con esfuerzo y ayuda de los trabajadores del ayuntamiento y del equipo de gobierno, conseguí tirar adelante con todo. Estudié un postgrado en Administración Electrónica y Gobierno Abierto en 2018/19 puesto que cumplía con mis expectativas de adquisición de nuevo conocimiento, relacionado con mi profesión pero también con el cargo público.
En 2020 hubo oposiciones y finalmente me nombraron funcionaria de carrera. Luego pedí la excedencia y me dediqué íntegramente al ayuntamiento, hasta que a mediados de 2021 el vicepresidente del Govern me pide el currículum y luego me propone dirigir la AOC.
Llegados a este punto, la reflexión que hago es que quizás por primera vez el hecho de ser mujer me ha jugado a favor. Quizás no sea una gran experta, ni haya estudiado en una universidad cara, quizás mis logros académicos no son de lo más llamativos, pero la experiencia de haber tocado con mis manos mucho código, haber estado en las entrañas de una sede electrónica, haber implementado soluciones con certificados digitales, haber depurado datos para interpretarlos para una mejor toma de decisiones y finalmente, dirigir un municipio, permiten entender los problemas cotidianos de la transformación digital de las administraciones públicas y empatizar con la ciudadanía que esperan servicios públicos de calidad y a veces no los obtienen.
Debo decir que las habilidades que adquieres estudiando o trabajando en el ámbito de la ingeniería del software, tanto si son de desarrollo como de planificación y gestión de proyectos, se pueden aplicar a muchos ámbitos distintos, incluso en una alcaldía. Luego le añades determinadas dosis de “intuición femenina” y lo que te enseñó tu experiencia y suele salir todo bien!
La sensación que experimento cuando desarrollo un proyecto nuevo en realidad se parece a lo que sentía siendo niña cuando me regalaban algo totalmente nuevo. El placer y la motivación de resolver un nuevo reto, adquiriendo nuevas habilidades en el camino.
¿Porqué os he contado todo esto y para qué creo que servirá?
Pues porque lo que he aprendido se debe compartir y puede ayudar a que otras mujeres se decidan a explorar nuevos horizontes profesionales tradicionalmente relacionados con el género masculino.
Y aprendí que se es feliz haciendo lo que te gusta, lo que te motiva, aprendiendo constantemente sobre ello.
Aprendí que no existen profesiones de hombres y de mujeres.
Aprendí que quien duda de tus competencias por tu género es porque fue adoctrinado de pequeño/a (muñecas para las niñas, coches para los niños) y no ha abierto su mente todavía a nuevas posibilidades. En este sentido, mantente firme y nunca bajes la cabeza. Demuéstrales lo que vales. Quizás seas tú la que les abra la mente y les hagas cambiar.
Aprendí que, con voluntad y ayuda, puedes conseguir lo que te propongas a nivel de estudios o profesión.
Aprendí que las mujeres en tecnología o ciencia nos exigimos mucho para que nos cuestionen menos. Eso a veces es bueno pues nos ayuda a mejorar constantemente, pero también puede llevarnos al estrés e impedirnos seguir aprendiendo. No olvidemos que de los errores también se aprende y que no somos infalibles.
Finalmente, quisiera acabar expresando que estoy convencida de que las mujeres tenemos grandes oportunidades en el ámbito tecnológico. Valemos como mínimo igual que los hombres y nos complementamos con ellos. Por eso somos también imprescindibles, porque ofrecemos otras perspectivas que, unidas con las suyas, dan lugar a soluciones más completas e inclusivas.
Gracias por leerme y espero conocer pronto a más compañeras TIC del sector público!
Ástrid Desset.
Directora Consorci Administració Oberta de Catalunya (AOC)
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