Una ciudad cualquiera, una administración cualquiera y una reunión… cualquiera. Sí, ya sé que con estas pistas es difícil visualizar una situación, pero seguro que pronto os suena.
Una habilitada nacional habla, un funcionario habla, un personal laboral habla, una empresa externa contratada habla, una técnico habla… Todos hablan pero nadie se entiende. Es como si la Torre de Babel se hubiera trasladado a esa ciudad cualquiera. Entonces, de repente alguien dice, oye, ¿y si planteamos una solución que cubre la necesidad A, B y D aunque no la C pero que si nos esforzamos puede que le sirva al departamento J también?
Silencio cortante. La empresa externa (externa, es decir sector privado y lo digo consciente) parece asentir levemente. Entonces la persona responsable en la reunión dice: ESO ES CIENCIA FICCIÓN, NUNCA LO HEMOS HECHO ASÍ.
El silencio se deshace y en cuestión de microsegundos un habilitado habla, una funcionaria habla, un personal laboral habla, una empresa externa contratada habla, una técnico habla. Todos hablan pero nadie se entiende. Bueno, todos ya no hablan, la persona que en su loca osadía propuso esa solución de CIENCIA FICCION se calla y decide apagarse.
Lo siento, pero tengo que decirlo, aunque no sea lo correcto, necesitamos ciencia ficción en las administraciones porque la CIENCIA FICCIÓN no es otra cosa que la CAPACIDAD DE IMAGINAR una SOLUCIÓN que puede crearse. Y en estos momentos necesitamos soluciones nuevas y creativas para resolver las circunstancias que tenemos. Necesitamos llegar mejor y más rápido a los ciudadanos y a las empresas. Necesitamos que las administraciones trabajen de manera engranada y coordinada y si hay que hacer CIENCIA FICCIÓN porque nunca la hemos hecho, pues se hace. Y no puede ser que la respuesta siga siendo: NUNCA LO HEMOS HECHO ASÍ. Y no puede ser que las personas creativas, inquietas, pro-activas decidan apagarse porque no se les da oxígeno y dejan de combustionar ideas (sabéis que soy de ciencias, es deformación profesional escribir así).
Esto dicho así pues suena como a pataleta de técnico a la que le dijeron eso es CIENCIA FICCIÓN, y oye, no te diré que no me lo hayan dicho una y muchas veces, pero sé que es la realidad de muchas y muchas personas.
Así que no me queda otra que contarte algo que no es CIENCIA FICCIÓN
En 1995, un señor llamado Daniel Goleman, unos de los padres de la llamada inteligencia emocional, un campo apasionante dentro de la neurociencia cuyo padre es ni más ni menos que Santiago Ramón y Cajal, tuvo la loca idea de contarnos, entre otras muchas cosas, cuál es la base del funcionamiento del intelecto.
Dice, resumiendo mucho, (pero mucho, mucho, mucho) que nuestro pensamiento no puede funcionar “sin que haya una sincronización armónica entre el sistema límbico y el neocortex, entre la amígdala y los lóbulos prefontales”.
Es decir, resumiendo aún más cuando no hay un equilibrio entre emoción y pensamiento nuestra conducta puede ser “inquietante”.
¿Y esto que tiene que ver con la reunión? Pues que esa frase tan fatídica de “esto es CIENCIA FICCIÓN”, o “esto siempre lo hemos hecho así” no es sino el reflejo inmediato de una respuesta del cerebro muy primitiva. Este acto no es consciente. Es nuestro cerebro el que ante una nueva propuesta activa la corteza prefrontal que a su vez activa los ganglios basales, que se encargan de hacer una barrido rapidísimo por todas nuestras experiencias previas y prefiere elegir una experiencia previa que evaluar alternativas nuevas.
Nuestro cerebro no lo hace para fastidiar…
Este mecanismo es un mecanismo de seguridad, nuestro cerebro no lo hace por fastidiarnos, no tiene otro fin que el de garantizar la supervivencia y minimizar la energía que nuestro cerebro necesita. Por ello, ante una nueva idea que se propone primero busca información en lo ya conocido, nuestra memoria y si encuentra respuesta nos dice algo así como ¿para qué vas a cambiar si aquí estamos la mar de “agustito”?
Luego, nuestra amígdala, un poquito más “cabrona” dice, ¡uy, uy, esto no me gusta nada! ¿y si este pensamiento nuevo que evaluar es una amenaza? y activa cosas como el sarcasmo, o la desacreditación de una idea.
Lo brutal de esta historia de ciencia ficción es que la persona que se apagó utilizó el mismo mecanismo. Por diversas razones estas personas creativas y pro-activas tienen muchas más redes neuronales activas y son más proclives a que no les importe crear conexiones nuevas. Es probable que su memoria les rescate experiencias donde el cambio ha sido positivo. Es decir, el cerebro ha recuperado también esa información. Y en este caso la amígdala lo que le ha lanzado es un chorro de frustración que ha terminado por canalizar en un “apaga y vámonos”. ¿Para qué? Para seguir tranquilo. Para ahorrar energía.
Dos respuestas cerebrales con la misma base, muy a grosso modo y en una versión peliculera, que para eso lo he titulado CIENCIA FICCIÓN, pero con resultados muy diferentes. Y con impactos aún más diferentes en la realidad de una administración que tiene que cambiar y evolucionar porque tiene que SOBREVIVIR.
¿Os imagináis, queridas mujeres del sector público, que pudiéramos utilizar la neurociencia como base de la gestión de equipos y emplear el potencial que mal llamamos “liderazgo femenino” para ello? Y digo mal llamado, porque esas cualidades que se atribuyen al liderazgo femenino no son otras que patrones aprendidos por cultura que nuestro cerebro nos atribuye a las mujeres y que le hacen sentir muy cómodo, y recordad, esa es su principal misión, ahorrar energía.
¿Seguro que os lo imagináis? Pues si lo podemos imaginar, lo podemos crear. Confío que la inteligencia colectiva y colaborativa de todas las que formamos esta asociación consiga vencer los “siempre se ha hecho así” por “probemos algo nuevo” y más ahora que podemos dar una respuesta científica en esas reuniones de torres de Babel.
¿Nos lanzamos a la ciencia ficción?
CRISTINA LOPEZ UBIERNA
Excelente artículo.
Me lo puedo imaginar perfectamente, personas inquietas, creativas y proactivas, que tienen esa gran capacidad de ver nuevas posibilidades, se ven en ocasiones como una amenaza fatal.
Cambiar hábitos de trabajo es complicado, la mayoría de las veces imposible, pero hay que tener mente abierta y romper barreras.