El ritmo al que vivimos actualmente, al que nos hemos subido la sociedad occidental, dista mucho de ser ejemplo para las generaciones de mujeres y hombres que vienen empujando. Los humanos nos hemos empeñado en ser superproductivos y eso, a la larga, nos traerá problemas. Si, además, tienes la suerte de ser mujer, como yo, la superproductividad debe multiplicarse por tres o cuatro. Porque, si eres mujer, sabes o debes saber hacer dos cosas a la vez, y tal vez puedas hacer más de dos, depende del momento. Aquí una servidora, y muchas de las que estáis leyendo este blog, seguro que, aparte de pertenecer al sexo femenino, también sois madres, hijas, empleadas públicas, esposas o parejas, deportistas, cocineras, yoguis, estudiantes… Es lo que tiene saber hacer dos o más cosas a la vez, que una vez ponemos la rueda de hámster a girar, ya no hay quien la pare. Y qué grave equivocación tener que demostrar constantemente lo preparadas que estamos.
Según algunos psicólogos, la tendencia debe cambiar hacia la realización de una única tarea a la vez. Y es que, no es necesario que, si estamos teletrabajando, suframos más estrés que si trabajamos de forma presencial. Y esta situación pasa a diario. Buscamos el hueco del desayuno para terminar la comida, o poner una lavadora, y mientras, ignoramos ese tiempo de saborear un café o té caliente en silencio, sin teléfono, desde la comodidad de nuestro hogar.
Pulsar off de vez en cuando
Hemos encendido un botón en nuestro interior que ya no sabemos cómo apagarlo. Y sin embargo, no tenemos otra opción que pulsar off de vez en cuando si queremos llegar a mayores.
Hace unos días escuchaba en la radio una noticia sobre el aumento considerable del consumo de ansiolíticos. ¿Era necesario llegar a este punto? ¿No hay una solución intermedia? Personalmente, creo que sí la hay. Puede que la pandemia y los meses de confinamiento hayan hecho mella en las enfermedades mentales, puede que no hayamos sacado ningún aprendizaje de aquella situación tan excepcional, pero debemos aprender a frenar, a desaprender para volver a aprender de otra manera. Volver a aquel tiempo en el que no existía el tiempo. Disfrutar de pequeñas cosas en nuestro día a día. Atraer a nosotras la capacidad de asombro, no dar nada por hecho, sonreírnos y sonreir a los demás, aprender a respirar, buscar nuestro autocuidado… Qué interesante sería para la salud mental de las mujeres si, de vez en cuando, practicaramos el aprender a cuidar nuestra mente además de nuestro cuerpo. Si aprendiéramos a ser conscientes de que, en la mayoría de los casos, somos el motor que mueve a nuestro núcleo familiar, y que si no nos queremos y protegemos más, puede que ese motor se desgaste antes de tiempo.
¿Qué nos produce bienestar?
Reflexionemos sobre qué cosas nos producen bienestar. Empezaré por mí. Me encanta salir a correr, me transmite serenidad, sentir el contacto con la naturaleza, el sol, el viento, me suben la oxitocina y también la dopamina. Leer o escribir junto a una taza de café es otro de mis momentos de autocuidado, así como agendar una comida con amigas y conversar.
Pensemos en esas pequeñas acciones que podemos realizar a lo largo del día y que nos producen ese bienestar: charlar con alguien mientras desayunamos, escuchar música mientras conducimos, hacer estiramientos antes de comenzar la jornada, leer un rato antes de ir a dormir, aprender a pintar, o a hablar otro idioma, cocinar algo rico, saborearlo despacio, ir a una exposición, al teatro, o a una conferencia.
Busquemos aquellas cosas que sabemos que nos gustan y que tenemos al alcance de nuestra mano, sin esperar al momento idóneo, al día idóneo, al año idóneo, porque a veces no llega. Dediquémonos a disfrutar sin esperar que lleguen las vacaciones de ensueño, el regalo perfecto, un aumento de sueldo, porque la vida está compuesta de esos pequeños momentos de bienestar personal.
Amortigüemos la velocidad a la que pensamos y actuamos, para hacer que las cosas vayan un poco más lentas, para ser más conscientes de quién soy y de dónde estoy.
¿Y a ti qué te hace sentir bien? ¿Qué te ayuda a parar y a reconectar contigo misma? No te pierdas este post de Almudena Gálvez enClick to Post¿Qué cosas me funcionan cuando quiero parar y conectar conmigo misma?
- Respirar: respirar profundamente consigue que empecemos a tomar el control del momento en que nos encontramos.
- Conectar: tomar unos minutos para conectar con nuestro cuerpo, haciendo un recorrido por él mientras respiras.
- Observar: todo lo que te rodea. Las cosas agradables, objetos, texturas, detalles pequeños que nunca observas.
- Estira la mente: descubre la cantidad de opciones que tienes ante cualquier situación. Descubre lo lejos que puedes llegar.
Por herencia recibida, la mayoría de nosotras hemos sido educadas en torno a la familia, los cuidados, el esfuerzo, el aprender a estar siempre ahí, alerta, preparada para ayudar, para aguantar el peso de la necesidad de otros. Rara vez paramos y observamos. Es evidente que no actuamos como nuestras madres o nuestras abuelas, somos una generación diferente, pero llevamos impreso en nuestra educación, a veces de forma sutil, a veces aprendido a fuerza de repetir, que las mujeres nos debemos a los demás miembros de la familia, como hijas, como hermanas, como madres, como esposas, como trabajadoras,… y así la lista se alarga, mientras descubrimos que no hemos cambiado tanto a lo largo de los años. Que sentimos la culpa si no llegamos a todo, igual que nuestras abuelas. Que sentarnos toda la tarde en el sillón sin hacer nada nos genera, a la mayoría, una sensación de haber perdido el tiempo. No hemos aprendido la lección aún, dado que crear espacios para hacer nada nos produce malestar. Pero resulta que para nuestra salud mental es sumamente necesario dedicar tiempo a esta inacción. Pisar el freno durante unos minutos al día debería ser tan necesario como tomar una ducha, como tomar un té, o preparar la cena. Tan útil debería ser, tan obvio parece, que deberíamos incorporarlo a nuestros hábitos y hacer de ello una necesidad. No podemos, ni debemos creer que somos mejores madres, hijas, esposas o compañeras de trabajo, si vamos siempre a contrarreloj, y debemos hacérselo saber a los que nos rodean. Porque ellos, siempre han dedicado un rato a leer el periódico, ver el futbol, hacer deporte, tomar una cerveza al salir del trabajo… y lo han normalizado, pero en nuestro caso, cuesta más, llevamos la culpa sobre nuestra cabeza cuando lo hacemos. Esforcémonos por normalizar estas actividades que, a ellos, como a nosotras, nos son necesarias.
Con la mochila llena
Aprendamos a llenar nuestra mochila de cosas agradables, placenteras, gustosas, porque la tenemos repleta de autoexigencias, preocupaciones, obligaciones, creencias limitantes, miedos, frustraciones … Hablémonos con la honestidad con la que le hablaríamos a una amiga, aconsejémonos bien, seamos amables con nosotras mismas, sin exigirnos tanto, sin sentir culpa por ello.
El ritmo diario no nos deja abrir paréntesis para reflexionar, para hacernos preguntas, para comprobar en qué situación nos encontramos, para saber cuál es nuestro punto de partida. Pero también sucede que ese parar nos produce miedo. Tanto miedo como si nos asomáramos al filo de un precipicio, por lo que muchas veces, decidimos dejarlo estar así, optamos por no actuar, es decir, preferimos no salir de nuestra zona de confort. ¿Y qué sucede cuando tomamos esta opción? Sucede que no pasa nada, literalmente, y sucede que en nuestro trayecto, en el camino que recorremos deben pasar cosas, unas serán desagradables, otras serán el novamás, pero hay que procurar que nos pasen cosas. Es una manera de aprender, de desaprender, de enriquecerse, de alimentar nuestro conocimiento, de motivarnos, de sentirnos seguras de nosotras mismas, de silenciar nuestro ruido mental y abrirnos a lo que la vida nos ofrezca, que no es más que aprendizaje.
Y de eso es de lo que tenemos que empaparnos, porque nadie lo hará por nosotras, porque nuestro camino es de una sola dirección y ya vamos por la mitad, o más. Porque deberíamos llegar a nuestro último día orgullosas de haber perseguido nuestro propósito, sin tener que arrepentirnos de por qué no saltamos el precipicio en aquella ocasión. Aunque nos duela, aunque nos produzca inseguridad o miedo, saltemos.
ALMUDENA GÁLVEZ OLIVER
Jefa de negociado de tramitación
Delegación Territorial de FOmento, Articulación del territorio y Vivienda de Granada.
La mujer tiene la tendencia natural a hacer varias o muchas cosas a la vez. He leído que esto se debe a que el cerebro de la mujer tiene muchas más conexiones entre ambos hemisferios, lo que le da a la mujer la capacidad de poder usar ambos hemisferios a la vez.
El problema es que en la sociedad actual las mujeres llevan la capacidad multitarea al máximo y esto gasta mucha energía, lo que acaba por generar estrés y agotamiento crónico.
Su consejo es muy sabio: «pisar el freno» y desconectar del modo multitarea. Pero la pregunta es:
¿Pueden las mujeres hacer solo una cosa a la vez?