¿Se imaginan saber, en todo momento, lo que va a pasar mañana? ¿Conocer el guion, conversaciones incluidas, de cada día de su vida con antelación? Pues bien, dejen de imaginar. Les confieso que yo tengo ese “superpoder”. Hay días en los que yo sé exactamente lo que me va a pasar mañana como si fuera la protagonista de la película “Atrapado en el tiempo”, ¿han visto la película?, es ésa en la que un grupo de periodistas retransmite “El Día de la Marmota”, y uno de ellos, el que interpreta Bill Murray, tiene que revivir, una y otra vez, el mismo día porque se ha quedado atrapado en el tiempo.
Atrapada en el tiempo
Cada vez que me invitan a un vino español, esos eventos tan populares, y que todo el mundo disfruta, yo sé que pasaré un mal trago.
Visualicen conmigo la puesta en escena de un vino español cualquiera. Llego al lugar, y copa en mano me dirijo a una persona desconocida para intentar entablar una animada conversación. Después de un par de frases de cortesía, me preguntan a qué me dedico. Sin problema. Soy consciente de que a los vinos españoles se va a hacer contactos. Respondo que trabajo en una orquesta sinfónica.
Este es mi momento favorito porque al pronunciar las palabras “orquesta sinfónica”, es como si pronunciara un hechizo que transportara a mi interlocutor al maravilloso mundo de la música, al concierto de Año Nuevo en Viena, al escenario adornado con cientos de flores recién cortadas, al público llegado de todos los confines del mundo puesto en pie aplaudiendo a rabiar durante minutos interminables.
Me encanta este momento, pero sé que se trata de algo efímero, que durará tan solo unos segundos, y que yo tengo que prepárame para responder a la previsible y temida siguiente pregunta del guion. Esa pregunta es… ¿y tú qué instrumento tocas?
El dinero – respondo – yo toco el dinero, soy la contable de la orquesta. De repente, al pronunciar la palabra “contable”, compruebo una vez más cómo el hechizo se rompe, los músicos de la Orquesta Filarmónica de Viena dejan de tocar, las flores del escenario desaparecen, y en su lugar aparezco yo calculadora en mano arqueando una caja. Han cesado los valses, y sólo se escucha ya el tintineo contante y sonante de las monedas. Es entonces, cuando mi interlocutor se aleja de mí balbuceando alguna excusa.
Ya supondrán ustedes que yo, como Bill Murray en la película, he probado con todo tipo de versiones de la respuesta, algunas más ingeniosas que otras, pero todas sin éxito.
Así pasé años, convencida de que el trabajo de los economistas interesaba poco, y el de los contables, directamente nada.
Les reconozco que, en alguno de mis vinos españoles, me tienta la loca idea de hacerme pasar por chelista, violinista, o incluso mezzosoprano. Pero soy incapaz. Después de tantos años dedicada a la contabilidad, me resulta imposible dar una imagen falsa de mí misma porque… “mi profesión me lo prohíbe”. La culpa de todo la tiene un principio contable, el Principio de la Imagen Fiel. Para quien no lo conozca, consiste en que “la información que se recoge y se expresa debe mostrar fielmente la realidad y no falsearla”. Falsear siempre trae malas consecuencias. Las contables lo sabemos. Sabemos que lo primero es ser fieles a la verdad.
Incertidumbre económica por el fin de un mundo
Desde 2020 estamos viviendo el fin de un mundo, el de antes de la pandemia. Nos adentramos en una nueva era geopolítica en la que los viejos mapas ya no servirán. Existe una atmósfera de caos, de incertidumbre absoluta que probablemente precederá a la aparición de una nueva economía.
Como consecuencia, se ha disparado en la sociedad el interés por la actualidad económica. Recomiendo encarecidamente a quien desee ahondar en este interés y en la cobertura periodística de la economía, el estudio “Hábitos y actitudes de los españoles hacia la información económica” del Profesor Alfonso Vara Miguel publicado en Digital News Report España, 2023.
Al mismo tiempo, crece el temor a una entrada en recesión de la economía mundial, y el pesimismo inunda los mercados.
Siniestro Total
Pero ¿cuál es la verdadera gravedad de la situación económica actual?, ¿podríamos declararla “siniestro total” o hay alguna esperanza de recuperación. La respuesta es, sí y no.
Supongamos que afirmamos que sí, que la economía está en situación de siniestro total. Inevitablemente, la pregunta que surge es, “¿y cuándo no lo ha estado?”.
Por el contrario, si defendemos que no, que no estamos ante un siniestro total, la pregunta que surge es, “¿en serio que no?, ¡con la que está cayendo!”.
Me permitirán ustedes que les conteste preguntando como suele decirse que hacen en Galicia, pero es que al escuchar las palabras “siniestro total” me invade el espíritu de la música de la movida gallega de los 80, y no puedo evitar pensar en los “Siniestro Total”, en su música transgresora, punk, fresca, festiva y divertida, que se bailaba dando botes, y cuyas letras inteligentes, gamberras y de un humor inconfundible sonaban como himnos en las fiestas de los pueblos de la provincia de León donde yo pasaba los veranos.
Retomando la cuestión del siniestro total, no sé si estamos ante un siniestro total, pero sin duda estamos viviendo un momento económico histórico, marcado por la aparición de una nueva variable que hace inútiles todos los pronósticos: La Inteligencia Artificial.
Sí o sí, La Inteligencia Artificial marcará estos tiempos, nos retará y cambiará por completo nuestro mundo.
Ante este panorama, nuestra única opción de éxito será conseguir ponerla a nuestro servicio de la única forma posible, esto es, siendo cada día más humanos, ése es el terreno en el que nunca podrá derrotarnos.
El oráculo sale a escena
Ante tanta expectación por las noticias económicas, quizás alguien se pregunte cómo son ahora mis vinos españoles. Pues bien, les diré que son muy diferentes, porque ahora al escuchar las palabras “contable” o “economista”, ya no cesa la música, ni se marchitan las flores que adornan el escenario, ni soy abandonada a toda prisa.
Ahora, la Orquesta Filarmónica de Viena sigue tocando. Sin embargo, los músicos ya no interpretan valses de Strauss, sino una melodía mucho más misteriosa que anuncia un increíble número de ilusionismo, la aparición en escena de un oráculo, una gran adivina digna sucesora de la más grande pitonisa de la antigüedad, “La Sibila de Cumas” …. y así, envuelta en una maravillosa túnica griega, entre una densa niebla de vapores, y portando en las manos unos libros, aparezco yo.
Esos libros son los famosos libros sibilinos que contienen todas las respuestas sobre el pasado, el presente, y el futuro de la economía.
Les aseguro que la primera sorprendida soy yo. ¡Mis vinos españoles se han convertido en una especie de consultorio, donde lo mismo me preguntan por las criptomonedas, que atiendo consultas sobre hipotecas inversas, tipos de interés compuesto, donaciones inter vivos, incluso… planes de fuga a Portugal!
El plan portugués
Lo del plan de fuga de capitales a Portugal me pilla desprevenida. Durante casi media hora de reloj, escucho entre atónita y fascinada el plan portugués detallado al milímetro, la venta de las viviendas, la transferencia de fondos, ¡el hijo estudiando el Erasmus en Oporto!, todo está en marcha.
Algunas cuestiones me chirrían, y mentalmente voy anticipando inconvenientes sobre todo fiscales. Sin embargo, permanezco en silencio. Escucho con respeto y con resignación – ya que por dos veces intento meter baza en la conversación sin conseguirlo -. Esto es un monólogo. Es el despliegue triunfal de un plan vital en busca del dorado.
Por último, se plantea la cuestión final… ¿Qué pienso yo?
Es entonces, cuando abriendo de par en par mis ojos saltones, muy despacio y casi en un susurro, pronuncio unos versos que me apuesto algo a que La Sibila de Cumas llevaba en su repertorio, y que dan título a un álbum de “Sinestro Total”
“Menos mal que nos queda… Portugal”
Mercedes Hernando Pastor
Artículo divertido y lleno de enseñanzas, me gusta
Muchas gracias, Emilio. Disfruté mucho escribiéndolo, así que me alegra mucho haber sido capaz de transmitir esa sensación a quien lo lee 🙂